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Quelques citations... Algunas citas...

Le progrès naît de la diversité des cultures et de l'affirmation des personnalités /
El progreso nace de la diversidad de culturas y de la afirmación de las personalidades (Pierre Joliot)


Toute culture naît du mélange, de la rencontre, des chocs.
À l'inverse, c'est de l'isolement que meurent les civilisations. /
Cualquier cultura nace de la mezcla, del encuentro, de los choques.
En cambio, las civilizaciones mueren por aislamiento. (Octavio Paz)

Congreso / Congrès 1001N De Bagdad a Granada


Congreso de Bagdad a Granada por 3alyiah 13-16 Avril 2011

05/10/2009

Melilla me lía


 “Melilla y su gente se me presentan poco a poco. Las calles están llenas de militares y de coches todo-terreno. Las mujeres van de las más sexy, vestidas a la última moda, ocultando sólo la mirada tras las Ray-Ban, hasta las que llevan chilaba de colores chillones o más sobrios, entre azul y marrón, pasando por ancianas vestidas de blanco, con un tatuaje en la frente y otro en la barbilla. Mi amiga Rachida me explica que las mujeres beréberes de buena familia solían llevar tales tatuajes, pero ahora ya no, entre otras cosas porque el Islam no ve con buenos ojos el marcar el cuerpo de forma permanente, alterando así lo creado por Allah, de allí la henna. Tras pasear por esta ciudad de contrastes, nos dirigimos hacia la parte alta, a casa de unas primas de Rachida. El salón de la planta baja no tiene nada que envidiar a las paredes de los palacios nazaríes de mi querida Alhambra, y desde un cuarto de arriba vemos a fieles judíos inmersos en ese balanceo característico del rezo, en una sinagoga vecina. 

Más tarde cruzaremos la tan impactante frontera para ir a Nador a casa de los padres de mi amiga. Allí dormiremos. Al día siguiente, de regreso a España, la ciudad que no había dejado de parecerme exótica ayer, se me hace hoy muy española… Y sin embargo… De paseo con Samira, la hermana de Rachida, nos cruzamos con un señor que lleva kippa… y a su hijo de la mano, entramos a una tienda regida por un hindú y luego vamos a otra tienda, de ultramarinos, para… cambiar dinero. Al salir de la tienda, oigo el adhan por primera vez ‘en vivo’. Esa llamada del almuédano me resulta evidentemente inhabitual, pero a su vez provoca en mí una extraña sensación, entre entrañable y nostálgica. El centro de la ciudad está vallado porque los cristianos están de celebraciones de Semana Santa y sacan sus imágenes religiosas en procesiones cada tarde, como en Granada. Las campanas inician su potente repicar como para recordar a todos que pronto se escenificará la Pasión de Cristo. De vuelta a casa de los tíos de Rachida, los hombres escuchan oraciones-recitaciones del Corán mientras las niñas ven Betty la Fea en la tele. Esta noche habrá una celebración para honrar la memoria de la abuela de Rachida, fallecida hace un año. Con este motivo, las mujeres se afanan en la cocina para que todo esté en orden. Se han matado siete corderos para el evento. Es que seremos muchos esta noche. Tras una visita de Melilla la vieja volvemos a casa para la famosa cena. Nos preceden en la entrada unos hombres vestidos de blanco. Ellos serán los encargados de las oraciones. Hay que esperar a que hayan entrado todos antes de ir nosotras, como muestra de respeto. Pasamos el umbral de la puerta; a la entrada del salón donde comimos el primer día se amontonan zapatos pertenecientes a todos los hombres reunidos dentro. Nosotras subimos a cambiarnos; tengo el placer de revestir un precioso caftán prestado por Rachida antes de dirigirnos al salón de mujeres. Habrá que descalzarse también, saludar a todas con gesto amplio y circular, diciendo as-salamu^alaykoum. Trato de ser lo menos ridícula posible. Nos sentamos en las metarbas del salón, esas largas butacas recubiertas de telas y cojines, y empezamos a charlar. Se habla mitad español, mitad tamazight, y los temas de conversación oscilan entre bodas, viajes, un accidente, los estudios, el trabajo, la cocina… La mayoría de las mujeres llevan traje tradicional aunque algunas visten ‘a la europea’. Al cabo de bastante tiempo, se acercan mesas redondas a las metarbas, se traen sillas, y nos disponemos a comer. Nos llevan una especie de bandeja de plata con un pilarito en su centro donde se ha colocado jabón, y cada una de nosotras se lava las manos con agua que la anfitriona vierte con la ayuda de lo que mi incultura me lleva a comparar con una especie de tetera; sólo años más tarde me enteraré de que se llama ‘aguamanil’. Llegan los platos: cordero, pollo… se come con las manos. Las señoras mayores me perdonan por utilizar la mano izquierda ya que soy zurda. Llega un plato curioso para mí: cuscús integral con leche agria, que una prima de Rachida ha rebautizado ‘ksiksou negro’. El sabor es algo sorprendente… Después vienen los postres y de repente todo el mundo se está yendo. Recogemos un poco y nos cambiamos para ir a dormir a Nador. Esta vez, sellaremos todas en la frontera ya que mañana empieza nuestro periplo por Marruecos.”


Siete años ‘et des poussières’ han transcurrido entre esos apuntes del álbum de fotos que inmortalizaba mi primer viaje a tierras africanas y estas líneas de un blog que elaboro chouia bchouia, poco a poco, en pro del diálogo intercultural. Siete años, siete como el año de llegada de Pedro de Estopiñán a Melilla,


 en esa década de 1490 que vio la muerte de al-Andalus; siete como son tantos elementos clave de las religiones, reveladas o no; siete, cifra de inicio y cierre de un ciclo… En ese transcurso de tiempo, me he ido interesando cada vez más por lo que me rodea, por lo que no conozco, por lo que me es/era ajeno. He investigado, preguntado, vivido, conocido, amado, leído, escuchado, viajado y también enseñado, pues tengo la suerte de desempeñar mi profesión en el marco de la Universidad granadina, donde compruebo a diario que el deseo de aprender idiomas es ante todo un paso dado en firme, aunque en una vía llena de interrogantes, hacia el encuentro con el otro, su tierra, su cultura, sus creencias, convicciones e idiosincrasia.



Inmersa en el recuerdo de esas oportunidades brindadas por la vida, aquí estoy dirigiéndome de nuevo a Melilla, tras varias otras visitas desde aquel impactante descubrimiento de 2002. El cabeceo del barco me lleva a dar alguna que otra cabezadita, en que cobran vida, en un sueño semi-despierto, los personajes del Fond de la Jarre, novela autobiográfica del poeta fassi Abdellatif Laâbi. En la obra cuenta las travesuras, dudas, angustias y alegrías del niño que otrora fue, un djinn apodado Namouss (mosquito) que saca, del fondo de la tinaja de los recuerdos, vivencias tan agudas como el dardo de su ingenio. Esto es lo que le imprime toda su fuerza a la obra. Con ella el lector vibra al unísono de las sensaciones de quienes vivieron en la Fez de entonces, lo que tal vez llevara a traducir así la obra al español: “Fez es un espejo”. Esto es precisamente lo que me gustaría hacer aquí: mostrar al lector el espejo de mis últimas vivencias en Melilla. Y en vez de arrojar una luz demasiado académica sobre el evento que pretendo describir, prefiero prescindir de tan metódico, neutro y frío proyector, para narrar lo vivido en el Ier Congreso ‘Interculturalidad e Diálogo Interreligioso’ a la luz tal vez más tenue pero a su vez más íntima, del reflejo de mi sentir, la chispa de mi corazón, y desde el latir de mis cinco sentidos. Os invito pues a hojear aquí conmigo este nuevo álbum de fotos de los sentimientos, sensaciones e impresiones de cuatro días melillenses fuera de lo común. Para ello y ante todo, quiero saludar la labor inmensa y el cariño con que Daniel Cerván Gil, profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de ‘Granada’ -campus Melilla- y todo su equipo de mujeres de Melilla Acoge nos han, valga la redundancia, acogido, haciendo así honor al nombre de la ONG.


 Algunas de las intervenciones durante la inauguración del evento llamaron mi atención y me hicieron reflexionar, como este mensaje de bienvenida por parte del Señor Delegado de Gobierno, que se interesó mucho por el congreso dejándose ver en varias ocasiones entre los asistentes y que se dirigió, en su alocución del primer día, a las autoridades académicas, civiles, religiosas y… militares. Pues sí, jamás he visto yo a tanto militar por metro cuadrado como en Melilla, pero no sé si alguno estaba en la sala… Ojalá. Pero aquello me parecía demostrar ciertas costumbres de lenguaje que han de automáticamente adquirirse en esta ciudad tan peculiar. También me gustó caer en la cuenta de que, como recordó el Señor Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de Melilla, Granada es la única Universidad con sedes en ambas orillas del Mediterráneo, lo cual me hizo sonreír ante lo aparentemente acertado del título de mis jornadas granadinas de diálogo intercultural, “de una orilla a otra”. Por fin, suscribí plenamente la elección, por parte del Señor Presidente de Melilla Acoge, de la famosa cita de Abe Lincoln: “If you think education is expensive, try ignorance (si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia)”…


 A ello iba precisamente, a educarme, a aprender, a compartir y a conocer, y no me sentí para nada defraudada. Es cierto que algunas partes de ciertas intervenciones me chirriaron un poco, lo cual es una cosa inevitable teniendo en cuenta la gran diversidad que conformábamos ponentes y asistentes. Pero la posibilidad brindada al posterior debate, a partir del segundo día por lo menos, me pareció ejemplar y demasiado poco frecuente en otros eventos de este tipo, cosa digna de destacar. Además, creo que el hecho de sentirme herida por ciertas metáforas o símiles elegidos por algunos ponentes me ayudó en realidad a definirme mejor a mí misma. Y bien lo dice el refrán, ‘conócete a ti mismo para conocer a los demás’… No me gustó, por ejemplo, que se dijera que los llamados adeptos del New Age, que buscan su propia filosofía alimentándose con ciertas enseñanzas de varias religiones, son seres ingenuos que actúan como "clientes de hipermercado eligiendo productos que colocarán en el carrito de su fe de prêt-à-porter" (de hecho me recuerda la preciosa canción Homemade Religion, de la cantante israelí Noa que quiere acercar a la gente a través de su música). Personalmente, aunque pudiera pensarlo, nunca he llamado ‘ingenuo’ a quien cree en el Misterio de la Inmaculada Concepción, aunque no vea las cosas a través de los mismos ojos que mis ex-correligionarios. Y sí, me gustan las mezclas, me gusta lo que pueda descubrir de y en los demás, y me gusta aprender de los otros. Así que doy las gracias al ponente por habernos enseñado todo el trabajo realizado por la Iglesia católica -de la que hice más que alejarme- en pro del acercamiento a otras religiones desde el concilio Vaticano II. También le doy las gracias por evocarme ese bemol que pondría yo en la elección de su metáfora, porque me ha reafirmado en lo que soy a través de esa curiosa metáfora mercantil de mi camino espiritual. Tampoco me gustó oír que les era más fácil a los no-creyentes, fuesen judíos o no, “cocinarse” su propio conjunto de valores acerca de lo que está bien o mal. Pues creo precisamente que es mucho más difícil alejarte de lo que ‘los tuyos’ dan por sentado, porque no te llena del todo, para emprender tu propia búsqueda de valores, ante ti y tu conciencia, conciencia de la que me sentí totalmente despojada al oír aterrada que los que no seguían la vía espiritual del ponente aludido podían considerar, “por ejemplo, que estuviera bien que un hijo pegara a su padre”. ¿?¿?¿?¿?¿?¿? Me quedé sin habla, pero también le doy las gracias a ese ponente por afianzar mi postura en las antípodas de su planteamiento, y reafirmarme en mi única certeza: que no tengo precisamente ninguna certeza ni poseo la verdad absoluta. Y sobre todo, le doy las gracias al asistente que intervino a raíz de esa ponencia para criticar tan dogmática e inacertada elección de discurso, y así poner en palabras pausadas pero contundentes lo que en mi mente gritaba tan fuerte. Aún reconociéndose profundamente anclado en su fe, se mostró deseoso de ponerse en la piel de los ateos y agnósticos, categoría ésta última a la que sé que pertenezco por ahora. Al presentarme o etiquetarme como tal, recuerdo que un señor se me quedó mirando señalando la cruz que llevaba de colgante.
-Sí, respondí, la llevo junto con la Khamsa y la Maguen David
Me respondió con una sonrisa y un ‘¿Ah?’ entre extrañado y aprobador.

Pues más que las ponencias magistrales, cuyo texto recibiremos por parte de los organizadores del congreso, aquí quiero recordar esas palabras y esos gestos de las personas con quienes compartí cuatro días. Aprendimos, el último día del congreso, de la boca del asistente defensor de la sensibilidad de los ateos y agnósticos, que era sacerdote. Sus palabras, aunque a veces “cañeras” como él mismo las describe, demostraron tanta empatía y ganas de construir algo, con todos los demás y desde un punto de vista profundamente respetuoso, que me hicieron derramar lágrimas de emoción,


¡Así que menos mal que sólo se me ve la boca en la instantánea de la prensa! Sino ¡Ah’chouma…Qué Vergüenza! ‘Vergüenza’ tal vez sea una mala traducción o mala expresión, pero tampoco encuentro otra para describir mi asombro ante un gesto eminentemente tierno de otro de los asistentes, a quien el "sacerdote-Robin Hood" llamó de hecho ‘el místico del grupo’… Tras la ponencia, creo, de la señora Isabel Gómez Acebo sobre interculturalidad religiosa y cristianismo en la España actual, Abdul-Hadi citó de memoria una frase en la que nombraba a los distintos profetas en términos de semilla, crecimiento, maduración y cosecha. Me gustó mucho, así que me acerqué al ‘místico’ para preguntarle quién era el autor de la cita. No se acordaba, y le dije que no lo pensara más ya que a la tarde suponía que recobraría la memoria. Después de comer volví a acercarme a él para decirle en un tono entre bromista y guasón que “¿seguro que no se había acordado de mí, a que no?”…Tierra, trágame… Se había saltado la comida -y seguramente la oración del viernes también- para buscar el libro en cuestión y… regalármelo. Me quedé tan impresionada que sólo pude repetir, y farfullar, el barakallaufik que mi amigo Zouheir dirigió a esta persona de mi parte… Hoy, ya repuesta de mi asombro y a modo de agradecimiento, reproduzco aquí el extracto del libro que viajó conmigo en el barco de vuelta a esta orilla:

La verdadera semilla se creó en el tiempo de Adán. Milagro de vida y existencia.
Germinó en la época de Noé. Milagro de crecimiento y rescate.
En el tiempo de Abraham echó ramas. Milagro de propagación y subsistencia.
La época de Moisés fue testigo del nacimiento de las uvas. Milagro de fructificación.
En el tiempo de Jesús maduró la cosecha. Milagro de prueba y felicidad.
Y en tiempo de Mahoma se extrajo el vino cristalino. Milagro de logro y transformación.
[Abu Yazid Bistam]

Gracias, merci, shukran de corazón, Abdul-Hadi a quien vemos aquí de espaldas e inmerso en una conversación con una señora muy entrañable que me dio las gracias al menos cinco veces por compartir con ella uno de los folios que nos habían repartido anteriormente.

 
En una conversación posterior, a la hora del añorado té y sus no menos recordadas pastitas, esta señora y otras que pertenecían a Cáritas me hablaron del por qué de su presencia allí y de la convicción que las lleva a obrar por los demás. Admiro su dedicación, y, como les dije, envidio en cierto modo su fe tan evidente. No sé por qué, una de esas señoras pensaba que era conversa (de cristiana a musulmana). Suelo decir que ‘si me fui de una no es para meterme en otra’, pero aquello no significa que no necesite ahondar en la vía espiritual para encontrar mi propio camino, pero para ello creo que necesito beber de varias fuentes. Por ello la cita sufí que evocó Abdel-Hadi está tan en consonancia con mi modo de entender la espiritualidad, y con otras que han ido marcando mi búsqueda de la misma… Pienso por ejemplo, para volver a la metáfora del espejo, en la de Jalal ud-Din Rumi que dice que “la verdad es un espejo caído del cielo y que se ha roto en mil pedazos; cada uno recoge un trozo creyendo poseer allí toda la verdad”, y luego ésta otra que dice que “hay tantos caminos hacia Dios como hombres en la tierra”. Y cómo no evocar aquella de Gandhi que afirma que “las verdades aparentemente opuestas son como hojas diferentes pero que viven todas en un mismo árbol”.

Esta aceptación de puntos de vista distintos y de creencias ajenas no podía encontrar mejor altar, el jueves por la tarde, que aquel del templo hindú donde Lakshmi nos explicó que Dios es Amor, Dios es Uno, enseñándonos que el maestro Gandhi convive allí en total armonía con la Virgen de la Victoria, patrona de Melilla…



Este entorno plural y el nombre de soltera de nuestra anfitriona me recordaba que una tela a la efigie de la diosa Lakshmi comparte espacio en mi cuarto con la Virgen de Guadalupe y el mexicano Juan Diego, junto con un rosario cristiano, el ojo turco, y una Khamsa de Marrakech decorada con la Maguen David… De hecho esta mentalidad aperturista y universalista volvería a asomar al día siguiente en una preciosa ponencia sobre el dharma hindú en que se nos habló de una bonita metáfora de la flor de jazmín que el gurú Nani colocó sobre un bol rebosante de leche para dar a entender que si no querían que él entrara en una ciudad llena de hombres sabios, se iría, pero sin antes dejar a entender que la sabiduría no ocupa lugar, y que el compartir no sólo no daña a nadie sino que permite el enriquecimiento, como la flor de jazmín que es capaz de perfumar la leche sin derramar una sola gota de la misma. Me marcó mucho esta parábola, por su contenido ¡y tal vez también porque en mi hogar belga me apodan Nani(e)! En el templo hindú me abordó una señora adorable que me hizo el gran honor de confundirme por un momento con la Señora Eva Rodríguez Ramírez, que impartió tan magistral ponencia sobre el respeto a las otras religiones en la tradición judía. Qué más quisiera yo, haber podido adquirir el saber de esta joven y brillante profesora desde la tierra tres veces santa, Jerusalén - Yerushalaim - al Qods, en la que desgraciadamente tantas almas aún sufren. Cuando me abordó la señora al entrar al templo hindú, salíamos precisamente de la sinagoga, cuya entrada estaba adornada con una mezuzá a la efigie de Jerusalén.

 
Yo aún estaba deslumbrada, tanto por la belleza del templo como por la erudición y capacidad de síntesis de nuestro anfitrión judío que nos habló, en media hora y sin apenas respirar, de la historia de su pueblo desde la destrucción del primer templo hasta el día a día de los sefardíes melillenses de hoy, a la vez que nos aclaró el significado y  simbolismo de muchos conceptos y objetos presentes en la Bet-ha-Knesset como la Menorá, la Hannukía, el Sefer Torá, la Maguen David... Y aún nos permitió robarle tiempo para inmortalizar esos momentos…


Qué decir también del precioso regalo que nos hicieron a todos. Leeré con mucho detenimiento el libro con que nos obsequiaron, Como las luces de Janucá, para ampliar mis conocimientos acerca de esta comunidad y tratar de alumbrar mi mente con la luz de esas ‘mariposas’ o llamitas del recuerdo. La visita a la iglesia me gustó bastante menos. Tal vez porque estaba en terreno teóricamente mucho más conocido, pero a su vez porque se nos daba una serie de datos acerca de la fecha de adquisición de tal o tal imagen santa de la Real y Pontificia Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción, cosa que, personalmente, me parecía de un interés relativamente escaso cuando lo que realmente nos apetecía saber era más bien algo acerca del ritual litúrgico y del significado y cometido de las distintas partes y personas del templo. Tal vez esto sea debido a que, aunque en tierra africana, nos encontrábamos en España, cuya religión casi exclusiva desde hace muchos siglos ha venido siendo el catolicismo. Pero la caminata desde la iglesia hacia el autobús al atardecer, con ese cielo atormentado y precioso, pronto me hizo ver las cosas de otro color.


Porque también he de reconocer que mis primeras -y contadas- misas en tierra andaluza me gustaron precisamente por su idiosincrasia propia, ajena a muchos rasgos de las ceremonias que había podido presenciar en mi tierra. En esa tierra belga recuerdo haber tenido una especie de ‘revelación a la inversa’, que tuvo bastante trascendencia, creo, en mi paulatino rechazo del catolicismo tal y como lo vivía mi comunidad. Había acompañado a una de mis mejores amigas a una celebración a la que ella acudía anualmente. Marie-Véronique había sido adoptada por belgas que en su día habían ido a la India para regresar con la pequeña Anandi (‘mujer feliz’) que de aquí en adelante formaría parte de la familia. Y ese día en Bruselas Marie-Véronique volvía a ser Anandi, reuniéndose con todas las familias adoptivas y sus respectivos hijos indios, y yo me sentía otra mujer feliz, y sobre todo 'una más' gracias a la celebración hindú que viví con ellos. Había tanta belleza, tanta paz, tanto calor, tanta felicidad… Yo siempre tiritaba en la iglesia esperando resignada a que pasara la hora. ¡Cuánto habría querido sentir, en el seno de mi propio templo, el mismo júbilo que junto con Anandi y los suyos! Y por ello saludo la auto-crítica emitida por el Profesor Sánchez Nogales que opinaba que tal vez la sangría silenciosa y segura vivida por la Iglesia estos últimos años se debía entre otras cosas a esa escasez de cercanía o calidez. Ahora bien, y para ahondar en las diferencias sentidas entre el catolicismo belga y el andaluz, reconozco haber vibrado como nunca en la misa rociera antes de la salida del simpecao por la Carrera del Darro bajo una lluvia de pétalos de rosas, o frente al Cristo del Silencio desfilando por la misma calle frente a la Alhambra.

Pero me lío, Melilla me lía… Volvamos a ella y a esa magnífica ruta de los templos. Pues ¿cómo olvidar la última visita, a la mezquita-zawiya? El acceso a la misma fue de por sí toda una odisea ¡‘Chapó’! al chófer del autobús por sacarnos indemnes de ese camino escarpado, sin mencionar la paciencia de Job que demostró el pobre hombre al esperar que saliéramos todos del Palacio de Congresos para iniciar el tour… Desde un punto de vista personal, me impactó mucho más la valla fronteriza de Farkhana que la ascensión a la mezquita.

 No es ni mucho menos la primera vez que veo dicha valla, pero siempre me hiela el corazón, y sentí aún más desasosiego al vislumbrar, gracias a las indicaciones de Zouheir, el edificio del CETI donde tantos candidatos a la inmigración en la península y la Europa del otro lado esperan saber cuál será su suerte. Zouheir me recuerda que allí trabaja la tía de su mujer Samira; suele volver con relatos bastante tristes de lo vivido cotidianamente entre esas cuatro paredes. La visita a la mezquita-zawiya Al-Alawiya fue muy importante para mí; era la primera vez que podía entrar en una mezquita (y no solo acceder al patio de las abluciones como en la mezquita mayor del Albayzin granadino), pues el único país musulmán al que suelo viajar es Marruecos, y allí una decisión de Lyautey en la época del protectorado francés prohibió la entrada a los no-musulmanes, costumbre que se mantuvo hasta nuestros días salvo en la mezquita Hassan II de Casablanca.


La magnificencia del lugar me llenó de admiración y paz, las pertenencias mixtas de los asistentes me obligaron a corregir mis propias ideas preconcebidas, pues recuerdo haberme extrañado ante este señor que llevaba cuello clerical y crucifijo en el pecho leyendo y corrigiendo el árabe.


 Entoné un mea culpa cómplice al oír a este Monseñor Maroun Lahham evocar las numerosas veces que la gente le preguntaba si este cristiano palestino era un ex-musulmán converso. Y al amparo de la tumba del santo en la zawiya, me enterneció la pasión con la que nuestro anfitrión hablaba de su templo, su abuelo y sus recuerdos.

 

Decía que el ambiente de este congreso le recordaba tiempos pasados en que él y sus vecinos cristianos o hebreos vivían en una comunidad marcada por la convivencia y una comunión sincera y sencilla. En eso me evocaba las conversaciones que a menudo había mantenido yo con la madre de Rachida, que me explicaba que en su juventud decoraban el árbol de Navidad en casa, cantaban los villancicos y se regocijaban con los cristianos,


 pero que también es verdad que no tenían mucha idea de lo que era su propia religión, pues evocaba entre divertida y aterrada que en un examen oral de religión había sabido contestar a todas las preguntas sobre el mundo cristiano pero que el cura que la examinaba había tenido que susurrarle al oído quién era su propio profeta. El camino por la fe musulmana que desde entonces ha recorrido esta gran señora es inmenso. Con ella, al igual que durante estos cuatro días de congreso, siempre aprendo mucho, pero ante todo comprendo que la pertenencia a una creencia no ha de hacerse en detrimento o desprecio de otra, y toda su familia es buena muestra de ello… Me siento parte íntegra de dicha familia, no solo porque ellos me lo digan cada vez que voy, sino por vivir con ellos su día a día y por tener la suerte de que me hagan partícipe de sus celebraciones más alegres.



 Ésta es a mi entender la verdadera clave para que abunden amor y respeto entre la gente: tratarse, conocerse y reconocerse.

La tarde después de la clausura del congreso fuimos a casa de Mina, a quien había conocido en la boda de Samira. Mina me presentó a la recién llegada de la familia, una niña encantadora que es la alegría de la casa. Su madre nos cuenta entre jovial y medio-avergonzada que a su niña ahora le ha dado por bailar cuando escucha el rezo…
-No 'se hace', pero ¿cómo lo va a saber la niña?

 
Y digo yo, ¿cómo se podría tachar de haram o pecado la gracia e inocencia de esa muñequita que se contorsiona en cuanto oye las alabanzas a Allah? ¿No decía el gran rabino Nahman de Bratslav que “hay que bailar cada día, aunque sólo sea con la mente”? Bailar… como los derviches retratados por el cineasta tunecino Nacer Khemir, invitado de mis segundas jornadas ‘de una orilla a otra’, en su preciosa película Bab’Aziz, el sabio sufí, que empieza precisamente con la cita evocadora de los caminos hacia la verdad que son tan numerosos como los hombres en la tierra... El giro del derviche en una zawiya bajo la arena lleva al propio espectador a un estado cercano al trance. De repente, en casa de Mina, todas estas sensaciones me envuelven en un torbellino, mi cabeza empieza a dar vueltas ante el baile de la niña en ese salón marroquí de colores cercanos a los de la Maguen David que decora las vidrieras de la sinagoga Or Zaruah


 Me hundo gustosa en este calidoscopio de emociones, y sonrío ante la concreción colorida y risueña de un espejo reflejándose con mil tonos cambiantes en las hojas del árbol de la vida. Gracias a esta vida, y gracias a todas las personas de buena voluntad que nos permiten tener aún algo de tikvah, esperanza… Esperanza que dibuja en mi corazón las alegorías del gigante de al-Andalus, Ibn Arabi: una pradera para las gacelas, un convento para los monjes, un templo para los ídolos, la Meca para los peregrinos, la Tabla de la Torá y el Libro del Corán, pues el amor es mi religión y mi fe.

[Fuentes de las fotos: personales, de la prensa melillense en línea y de la Universidad de Granada]

2 commentaires:

  1. Hola Guapa!!
    Que tal estas?? acabo de leer tu articulo sobre melilla :) esta ciudad me marca mucho..jejeje
    Bueno te voy a refrescar la memoria pa ke sepas kien soy. soy la Atika, y trabajo en el pabellon al andalus y la ciencia del legado andalusi...si no me equivoco nos conocimos en el día que vinieron los tunecinos cuando se hizo la presentación de la revista ..un besoteee, espero vernos pronto

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  2. Holaaaa! Muchas gracias por tu comentario!
    Acabo de 'aceptar tu petición de amistad' en Facebook. Verás que estoy inmersa en la preparación de mis III jornadas de diálogo intercultural. Puede que haya cosas que te interesen. Espero nos veamos pronto, gracias por tu visita e interés!!!
    N

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